3. Atracción interpersonal
Atracción: implica la evaluación positiva que una persona realiza sobre otras y el deseo de acercarse a ellas. No existe una definición académica consensuada, pero una de las más influyentes en las últimas décadas es:
Atracción interpersonal: tendencia o predisposición individual a evaluar a otra persona de una forma positiva o negativa (Berscheid y Walster, 1978).
Cuanto más positiva sea la evaluación de una persona, mayor será la atracción que experimentemos hacia ella, y al revés.
La atracción se considera una actitud con componentes cognitivos, afectivos y conductuales; y con el tiempo esta concepción actitudinal fue enfatizando aspectos motivacionales y considerando que la atracción no implica sólo la evaluación de una persona sobre otra, sino también el deseo de iniciar contacto o establecer intimidad con ella.
Los comienzos de la investigación sobre atracción interpersonal remontan a principios del siglo XX.
A mediados de siglo, se lleva a cabo uno de los estudios más conocidos, centrado en analizar los efectos de la proximidad física sobre la atracción (Festinger, Schachter y Back).
Posteriormente, las investigaciones de Newcomb y Byrne sentaron las bases en el estudio de las relaciones entre semejanza y atracción.
En los años 80, cada vez más investigadores se interesan en conocer las razones implicadas en la satisfacción y estabilidad de las relaciones de pareja.
A partir de 2005, se ha empezado a estudiar la atracción utilizando avances tecnológicos y metodológicos (citas online, redes sociales…).
En los 60 y 70, la investigación giraba en torno a dos grandes tradiciones teóricas:
Nos sentimos atraídos por quienes nos proporcionan algún tipo de recompensa (teoría del intercambio social, de la equidad, y de la interdependencia).
En todas subyace que a más recompensa y menos costes nos aporte una persona más nos gustará; equiparan las relaciones a un modelo económico de costes y beneficios.
Los beneficios o recompensas se refieren a aspectos gratificantes de la relación que consigue que merezca la pena y sea reforzante (mantener una relación romántica o de amistad lleva aparejados unos costes; por lo que el resultado de la relación será la diferencia entre las recompensas y los costes).
La teoría del intercambio social y la teoría de la interdependencia sugieren que el modo en el que las personas se sienten en sus relaciones depende de:
- Sus percepciones sobre las recompensas y costes de la relación.
- Del tipo de relaciones que creen que merecen o pueden obtener (su nivel de comparación).
- De sus oportunidades para tener una mejor relación con otra persona (su nivel de comparación de alternativas).
En nuestras relaciones tratamos de minimizar los costes y aumentar al máximo las recompensas.
Si los costes exceden a las recompensas, la relación es poco satisfactoria. “Una buena relación es aquella que las recompensas exceden a los costes “.
Los resultados que obtiene de la relación se confrontan con su nivel de comparación (criterio con el que se valora el atractivo de una relación, es decir, los resultados que cree que puede obtener o que merece de la relación, basándose en sus experiencias personales pasadas y en las de otras personas).
Si los resultados son superiores a su nivel de comparación, juzgará la relación como satisfactoria, pero si es al revés, se sentirá insatisfecha.
Thibaut y Kelley (1959): una persona romperá una relación insatisfactoria cuando los resultados estén por debajo de su nivel de comparación de alternativas (el nivel más bajo de resultados que estamos dispuestos a aceptar a la luz de las posibilidades que tenemos a nuestro alcance (otras relaciones posibles, estar solos…).
La dependencia de la relación estará en función de cuánto se superen los resultados actuales de la relación, el nivel de comparación de alternativas, es decir, si los resultados no son mucho mejores que otras opciones, no seremos muy dependientes de esa relación.
Se ha criticado este tipo de propuestas por ignorar una variable esencial en las relaciones: la justicia o equidad.
La teoría de la equidad: defiende que las personas no están sólo interesadas en conseguir las mayores recompensas y los menores costes, sino que también les interesa la equidad en sus relaciones, es decir, en las que las recompensas y los costes que experimentan y las contribuciones que hacen a la relación son aproximadamente iguales a las de la otra persona.
Si un miembro de la pareja obtiene más o menos beneficios que el otro por una contribución similar estarían motivados a restaurar la equidad.
Las teorías de la consistencia cognitiva: las personas están motivadas a mantener la coherencia en sus actitudes y entre estas y sus conductas. Al igual que en las teorías del refuerzo, en este caso también se extraían ideas de teorías generales como la teoría del equilibrio (Heider, 1958): aplicada a las relaciones interpersonales implica que:
- Cuando entre dos personas se establece una estructura cognitiva de equilibrio (p.e., comparten opiniones, valores, creencias, actitudes) se produce entre ellas una relación agradable que conduce a que se sientan atraídas.
- Si se produce entre ellas una estructura cognitiva de desequilibrio (mantienen opiniones o creencias incompatibles) experimentarían la relación con desagrado, lo que disminuiría la atracción entre ellas.
Las teorías de la consistencia son las dominantes en el estudio de la atracción interpersonal.
En las últimas décadas, estas teorías han compartido el protagonismo con otras teorías entre las que destaca la perspectiva evolucionista de Buss (mediados de los 80).